sábado, 19 de mayo de 2018

Decimoquinta Hipótesis: MI PROPUESTA (NOTA: si abrió el blog en esta hipótesis sin pensar leer todo lo anterior, le ruego desista de continuar con la lectura, esto no ha sido escrito para usted).


(Es la hipótesis que usted esperaba ¿no? Pero es en la que descubrirá que después de leerla tendrá que arreglárselas solo, sin ningún papá que lo cuide, mi querido lector. Esta vez no encontrará, como siempre lo ha hecho, un listado en donde se le diga lo que debe desayunar el lunes, almorzar el martes, merendar el jueves o cenar el sábado. ¡No señor! Ahora será solamente usted quien decida qué ingerir en cada momento de cada día. Seguramente va a resultarle incómodo, pero si las dietas estructuradas y dirigistas no le han dado resultado -tomando esta vez a “resultado” en la acepción de perpetuar los logros alcanzados con cada una de las que siguió- ¿Por qué no probar con la libertad?)

—Tengo prisa por llegar.
—¡Apura el paso!
—Me fatigaría.
—Hubieses partido más temprano.
—Es que odio madrugar.
—... ¿Estás seguro de tener prisa?

La trama universal de todo libro que hable de gordura y obesidad es como la que yo, más o menos, he seguido hasta aquí: al principio, la explicación del autor sobre su manera de pensar con respecto al tema; y casi al final, "La Dieta" que permitirá que usted alcance los logros que siempre ha soñado.

La primera parte la he respetado. Digamos que hasta ahora me he portado ortodoxamente, pero llega este momento y la cosa se me complica un poco.

Cuando en 1983 terminé de escribir Basta de Dietas, me puse en contacto con el Dr. Florencio Escardó para rogarle que me lo prologara. Le envié una copia del original, y él luego de leerla me envió una carta (que fue la primera de una breve correspondencia que mantuvimos durante algunos meses) en la que me daba su impresión del trabajo, y en la que se negaba a escribir el prólogo aduciendo, simplemente, que el título era tramposo:
—El libro se llama BASTA DE DIETAS, pero incluye una— protestaba.
A pesar de que con todos los argumentos imaginables traté de convencerlo de que si yo pretendía que el lector aprendiera a comer correctamente, debía, no había otra fórmula, indicarle cómo y qué ingeriría de allí en más. Se me hacía imposible, pues, no incluir un listado de lo aconsejable.
Pero no hubo caso: no lo prologó.

En el fondo, ahora creo que en parte tenía razón.
Si él viviera y yo le pidiese que hiciera un prólogo a este libro, suponiendo que éste tuviese la misma estructura que los anteriores creo que esta vez ni siquiera contestaría mi carta. Después de leer lo mismo que usted ha leído hasta ahora, ver anotada la lista de alimentos "permitidos" y la división en cinco etapas tal como lo hice, invariablemente, años atrás, le hubiese caído tan mal que ni siquiera se habría tomado el trabajo de enviarme una nota en la que tan solo figurara la palabra ¡NO! Cosa que yo comprendería... Esta vez hubiese entendido su negativa (uno tiene bastante más edad y algunas cosas ha aprendido).
A treinticuatro años de aquel intento, mi modo de pensar forzosamente ha madurado, y creo que hasta sería tonto incluir ahora el listado tan formal que era “parte imprescindible” de mis anteriores trabajos, por motivos que intentaré argumentar.


No existe en la historia ningún libro que tenga el 100 % de adeptos (exceptuando a las guías telefónicas, obviamente).
Se me ocurre que los libros que se han escrito con el objeto de "resolver" los problemas causados por la gordura han de ser los que menos entusiastas tengan, a pesar de que algunos en su momento llegaron a ser best–sellers.
Mas también imagino que en este tipo de publicaciones no ha de haber términos medios: o se está fanáticamente a favor, o empecinadamente en contra. Y creo que los de un bando han de pasar al otro con gran frecuencia (al que hasta ayer la propuesta le pareció magnífica, hoy puede llegar a pensar que es una literal locura o una estafa, y viceversa), "todos hablan de la feria según como creen les ha ido en la feria".
Posiblemente este sea el blog sobre el tema que menos adeptos coseche. Soy consciente de ello desde que decidí emprender la agotadora tarea de escribirlo.
Son muy pocos los lectores que puedan asimilar la verdad (digerirla, quiero decir), porque reconozco que ella es muy cruel y turbadora. Son muchísimos más los que prefieren conformarse con el engaño, que es, a priori, más benigno y consolador.
Desafortunadamente la evidencia dice que en estos casos, casi nadie puede hacer nada para hacerlos desistir de su actitud
Es por eso que siento la obligación de dedicar esta HIPÓTESIS a todos aquellos que comprendieron el mensaje.
Estoy tan convencido de todo lo que le he dicho que me veo en la imperiosa necesidad de pedir disculpas a todos los que no he logrado convencer, a causa de la torpeza conque, quizá, he esgrimido mis argumentos.
A los que los han entendido les agradezco, y admiro su capacidad de comprensión.

Muchos (tal vez la mayoría) de los que lean este trabajo, posiblemente al principio estén en un todo de acuerdo con sus conceptos, pero cuando vean, por ejemplo, que el adelgazamiento que obtienen (si es que realmente tienen grasas de depósito que perder) se hace más lento de lo que habían calculado, seguramente se pasarán "al otro bando".
Los menos (que, obviamente, a mi me gustaría fuesen los más) entenderán e internalizarán todo lo dicho, por lo que no tienen más opción que ponerse en una inflexible postura de obedientes seguidores de la idea, y jamás intentarán ser el segundo capitán. Por eso a ellos va dedicado lo que sigue:

El adelgazamiento fisiológico tiene tiempos diferentes al enflaquecimiento contra natura.
Si tiene usted experiencia en este último tipo de "logros" se sentirá un tanto confundido cuando advierta que las cosas no son al ritmo que le gustaría, pero estoy seguro que aceptará el ritmo propio de su fisiología. Al fin, si hace mucho tiempo que está gordo ¿Qué le importa invertir mucho menos de la quinta parte del que ha necesitado para engordar, y que, seguramente, no ha de ser más que una pequeña fracción de lo que aún le queda por vivir, para lograr algo que ha de ser definitivo? (Advierto que esto suena demasiado poético, pero es que no encuentro otra forma de decirlo).

Podría yo escribir aquí una larga lista de alimentos que pudiera consumir con el objeto de adelgazar, o de desengordar, según sean su estado y sus posibilidades, pero me ha parecido más coherente anotar una lista en la que se recalque más lo que NO debiera, para que sea tan solo usted quien maneje el modo de "cumplir las órdenes". (El capitán es quien dice que hay que hacer, el marinero es el que decide como hacerlo).

A partir de ahora leerá los consejos, que pretendo acepte, con respecto a lo que creo deberá ser de aquí en más su forma de alimentarse. Al final de ellos hablaremos sobre la forma de controlar sus logros.
Todo lo que sigue no es más que el producto del razonamiento que he desarrollado, después de tantísimos años y pacientes, basándome en la evidencia cotidiana.

Esta HIPÓTESIS se dividirá en tres etapas:

1– El adelgazamiento a partir de la gordura.
2– El adelgazamiento a partir de la flacura.
3– Cómo medir los logros obtenidos.


Primera parte:

 
Modo de adelgazar a partir de la gordura


Como mi intención es que no cambie un conflicto, su gordura, por otro más cruel: el obsesionarse con el hipercuidado en su alimentación con el objeto de resolverla, le pido que trate de despojarse de todos sus preconceptos referentes al tema.
Que trate de imaginar que nunca ha hecho nada para adelgazar y que ésta es la primera vez en que hará algo al respecto. Que juegue a que éste es su primer intento (y espero que el último).

Cuando digo "el último intento", es porque anhelo que al finalizarlo ya no tenga necesidad de hacer nada más. Y si alguna vez claudica, la próxima vez que vuelva a intentarlo vuelva a imaginar que también ése es el primer intento de su vida.

Desde que era un niño muy pequeño me ha disgustado el no por el no o el sí por el sí. Siempre pedí explicaciones cuando se me negaba algo; o cuando debía hacer alguna cosa que me molestaba hacer o que no le parecía acertado a mí, por entonces, corto criterio.
Para mi suerte, mis padres siempre utilizaron la técnica del   —¡No!, porque...— y la del —¡Sí!, para que...
Naturalmente, es la técnica que adoptamos con mi esposa para educar a nuestros hijos, porque afortunadamente con ella lo hicieron de la misma manera. Y, por supuesto, la que utilizo con mis pacientes siempre que les recomiendo tomar alguna actitud o consumir algún medicamento. Les explico, adaptando el discurso a la cultura de cada uno, el porqué de esa actitud o la acción del medicamento prescripto. La experiencia me ha enseñado que si el paciente conoce como funciona el fármaco que se le indica, o la actitud que se le recomienda, colabora mejor con la terapéutica, y los efectos de ella son más positivos (aparte, tiene todo el derecho de saber qué está ingiriendo o cuál es la razón del consejo que se le da, de qué manera se manifiestan los efectos indeseables y cómo ha de notar que su acción benéfica está ocurriendo).

A partir de ahora usaré idéntico método con usted en relación a los elementos que le aconsejaré consumir o evitar.

Todos los alimentos y bebidas que ingerimos para nutrirnos (o porque simplemente nos depara placer el hacerlo), si los vemos desde el punto de vista de su capacidad de engordarnos, se pueden dividir en tres grupos:

1– Los que no engordan ni dificultan el proceso de adelgazamiento. (Desde ahora: "ALIMENTOS Y BEBIDAS DEL TIPO UNO").
Sin importar en qué cantidad o con qué frecuencia los consumamos, carecen de la capacidad de engordarnos. Lógicamente son los que no contienen hidratos de carbono; aquellos que tienen tan poco de ellos que sus porcentajes no influyen; o los que los tienen, pero que a causa de su composición química se le hace imposible de absorber a nuestro aparato digestivo.

2– Los poco engordantes y que pueden entorpecer el camino a la delgadez. (A partir de ahora: "ALIMENTOS Y BEBIDAS DEL TIPO DOS”).
Son los que deben ser consumidos con algún límite máximo diario, ya que si se abusa de ellos en cantidades o frecuencias tienen en su composición un porcentaje de carbohidratos suficientes como para que superen nuestras necesidades básicas, por lo que impedirán que utilicemos el exceso de grasa como combustible (¿Para qué lo haríamos si ellos aportan la energía necesaria?) o, peor, que comencemos a guardarlos en reserva en nuestro panículo adiposo.

3. – Los muy engordantes, que traban la posibilidad de conseguir los logros que se pretenden. (De ahora en más: "ALIMENTOS Y BEBIDAS DEL TIPO TRES").
Llamaremos así a todos los que contengan una gran cantidad de hidratos de carbono por unidad de medida. Ellos, ya lo veremos, deben ser consumidos tan solo eventualmente.

Veámoslos más en detalle:

Aclaración muy importante: el libro en que se basa este trabajo fue escrito y destinado, originalmente, a los habitantes de Argentina. Es por eso que ha de leer denominaciones que no han de serle familiares al modo de hablar de su país, por ejemplo: lo que nosotros llamamos “achuras”, para los españoles son “asaduras”; nuestros “duraznos” son “melocotones” en otras culturas. Lamento que tenga necesidad de tener, quizá, un diccionario a mano para entender cabalmente todo lo que sigue, pero le aconsejo que lo haga (en Internet, usted lo sabe, hay varios y muy buenos).
No se me ocurre otro método.



ALIMENTOS Y BEBIDAS DEL TIPO UNO
Como prácticamente carecen de glúcidos (carbohidratos), pueden ser consumidos sin límites. Me refiero a todos los productos de origen animal (de cualquier animal), inclusive los que vienen enlatados en conserva, como por ejemplo el atún o los mariscos, aún en salsas o en aceite (al fin la salsa que pueden contener es muy pobre, y el aceite no contiene azúcares). También pueden consumirse hamburguesas de cualquier tipo de carne (vaca, pollo, pavo etc.), y cualquier tipo de achuras. Obviamente los huevos son de este tipo de alimentos, e incluyen a los de cualquier ave o pez.
Debe exceptuarse a la leche y a algunos de los alimentos que a partir de ella se elaboran y que luego analizaremos mejor cuando hablemos de los otros dos tipos; y a algunas manufacturas de origen cárneo que se explicitarán al tratar los del TIPO TRES.
Los quesos también pertenecen al TIPO UNO, aparte de aclarar que son un importantísima fuente de proteínas. Los  portadores de gordura deciden (o se les recomienda) consumir los de “masa blanda” (los quesos se clasifican en “de masa blanda”, “semidura” y “dura”, según las características que les den los períodos de estacionamiento a que se los someta después de su fabricación y antes de su venta). Los blandos son quesos muy jóvenes –salvo algunas excepciones muy especiales–; para su elaboración y venta no se requieren más que dos o tres días de añejamiento, es por eso que son más baratos, pero en tan breve tiempo el azúcar que contienen –lactosa– no puede ser transformada totalmente en elemento no carbohidrato –ácido láctico–, por lo que no deben consumirse salvo en ocasiones muy especiales. Los de masa semidura o dura no contienen lactosa, por lo que su consumo ha de ser irrestricto.

Los alimentos pertenecientes al reino vegetal también pueden ser consumidos libremente, salvo algunos que veremos un poco más adelante. Los de consumo ilimitado incluyen a casi todos los vegetales frescos, envasados, congelados o encurtidos (pickles - aceitunas), y a las legumbres frescas, desecadas o envasadas (las habas y los porotos, arvejas, garbanzos, lentejas y porotos de soja, contienen carbohidratos que son inabsorbibles para los humanos, ése es el motivo de no poner límites a su ingesta).
Las frutas secas, como nueces, almendras, castañas, avellanas, pistachos y maníes, y las oleaginosas como las semillas de girasol (pipas), contienen, como las legumbres, glúcidos no absorbibles por los humanos, por lo que no ha de haber límites en su consumo.
Los hongos secos o champiñones no aportan, casi, ningún carbohidrato, por lo que no deben ser limitados. Pueden prepararse con ellos, usted lo sabe, exquisitos y delicados platos.
Los palmitos también son de consumo irrestricto. Lo mismo que los brotes de soja, bambú y alfalfa, y todas las verduras de hoja, y cebolla, ajo, ajo puerro, cebolla de verdeo, apio, hinojo, rabanitos y pepinos.
Con respecto al germen de trigo y a la levadura de cerveza, aunque creo que las propiedades que se les adjudican son irrelevantes, también pueden ser consumidos en las dosis habituales que usted acostumbra.

Las bebidas que no contienen hidratos de carbono son, obviamente, el agua y la soda, y todas las infusiones que con agua se preparen: café, tés, mate (cocido o en bombilla) y tisanas (no recomiendo usar cotidianamente cafés instantáneos. Si se los consume en gran cantidad y con gran frecuencia, hemos advertido que contienen la suficiente cantidad de glúcidos absorbibles como para entorpecer el adelgazamiento). Tampoco contienen azucares las bebidas alcohólicas destiladas, como el whisky, el coñac, vodka, brandy, ginebra, pisco, tequila, shaque etc. Las bebidas fermentadas, como los vinos, la sidra, el champagne y las cervezas, contienen una importante cantidad de azúcares, igual que los licores, cosa que los hace “consumibles” tan solo eventualmente (siempre se ha dicho que la cerveza es pan líquido, y estoy de acuerdo con esa opinión).
Existen en el mercado bebidas gaseosas edulcoradas artificialmente, que también pueden ser consumidas sin límites, las hay con gusto a nuez de Cola y varias a lima–limón que están embotelladas con el rótulo de “Light”, “Diet” o algunos otros sinónimos que dan la idea de su “inocuidad”. Las con gustos frutales no lima–limón las hemos experimentado pero el resultado es que entorpecen el proceso de adelgazamiento, por lo que no las recomiendo, salvo eventualmente. Para hacer las cosas más fáciles, de todas las bebidas que se consideren “dietéticas” solo consuma las de color negro o las transparentes, ya que las que tienen aspecto turbio están adicionadas, casualmente, con enturbiantes artificiales, y las veces que las experimentamos las cetonas desaparecieron de la orina de los que las consumieron. Realmente no sé el motivo, pero sospecho que los enturbiantes han de tener algún tipo de carbohidrato.
Los “Jugos concentrados” (líquidos o en polvo), aunque sean denominados “Diet” o “Light” o “Free”, también deben ser consumidos ocasionalmente. El jugo de limón también es bebida del TIPO UNO, aunque siempre recomiendo no beber mas que el de dos o tres de ellos (o su equivalente en jugo puro embotellado) por día. Es muy útil para aderezar comidas o preparar refrescos.

Los condimentos (pimienta, pimentón, ají molido, azafrán, canela, comino, etc.) y aderezos de cualquier tipo pueden ser, cómodamente, incluidos en la categoría de ALIMENTOS DEL TIPO UNO, aunque en sus marquillas figure que contienen almidones o azúcares. Las mayonesas y salsas de mostaza son un buen ejemplo: en este rubro hay varias marcas que tratan de captar la atención del consumidor con los famosos rótulos Diet o Light. Realmente me parece impropio, ya que cualquier mayonesa o mostazas elaboradas pueden consumirse aunque en su composición figuren féculas o azúcar (al fin nadie ha de comer a cucharadas un kilogramo de ellas; de los supuestamente “dietéticos” se argumenta que lo son porque se les ha cambiado una buena parte del aceite que normalmente los componen por almidón, ya que éste contiene “menos calorías”).
Los extractos artificiales, como el de vainilla que se utiliza para aromatizar la Crema Chantilly, por ejemplo, pueden ser utilizados sin problemas. También puede usarse el cacao amargo en polvo tal como se lo expende en los comercios dedicados a la repostería. Y lo mismo digo para los colorantes artificiales.
Los edulcorantes artificiales son adecuados para incluir en esta primera clasificación, siempre que exceptuemos a los que se expenden en polvo: ellos contienen una buena porción de carbohidratos por lo que no deben ser usados más que en ocasiones muy especiales. Los que se venden líquidos o en comprimidos, no importa su marca, pueden ser consumidos sin límites.

Se discute mucho sobre los edulcorantes artificiales, muchos estamos a favor y otros en contra. Algunos defienden a unos y denostan a los demás. Las discusiones van variando con las épocas y con la aparición de nuevos productos. Pero hay uno con el que estamos todos de acuerdo en criticar y prohibir su uso cotidiano: el azúcar (digo cotidiano porque si se la consume eventualmente es inofensiva).

Los vinagres, no importa cuál sea su origen, se pueden utilizar sin medida. (está incluido el Aceto Balsámico). También los aceites comestibles pueden ser usados sin ninguna restricción. Sin importar de donde se extraigan, ellos son unos de los pocos productos (junto con las mantecas y las margarinas, por ejemplo) con 0 % de carbohidratos.

Los caldos concentrados que se expenden en cubos pueden consumirse sin problemas, no así los que vienen en sobres, ya que tienen una interesante cantidad de almidones. Los que se venden en polvo -empacados en sobres- con la denominación de dietéticos no son agradables, por lo menos al gusto de mis pacientes, pero si a usted le apetecen no creo que haya inconvenientes en que los consuma de vez en cuando.

Las gelatinas Diet sí lo son en realidad (siempre que convengamos que esta vez “Diet” quiere decir “sin carbohidratos”). Existen infinidad de “postres” que ostentan esa denominación sin serlos en realidad, por lo que debe evitarse su consumo cotidiano. A ellos se los denomina dietéticos a causa de la remanida y errónea teoría de las “calorías”.

Las gomas de mascar “Diet” o “Light”, pueden ser consumidas sin restricciones. No así los caramelos o pastillas con esas denominaciones, o aquellos rotulados “Free” (free es palabra inglesa que quiere decir ‘libre de...’, pero que, en estos casos, literalmente debe interpretarse como ‘libres de azúcar de caña’, ya que contienen otros tipos de glúcidos engordantes (o “antiadelgazantes”). Y aquí es el lugar propicio para un comentario esclarecedor: los que nos dedicamos a las ciencias biológicas usamos la palabra AZÚCAR como sinónimo de carbohidrato (ej. “el almidón es un polisacárido, un ‘azúcar’ de cadena muy larga; y la celulosa un ‘azúcar’ de cadena tan larga que los humanos no podemos digerir”). Para el resto de los mortales Azúcar es la sacarosa, el hidrato de carbono que contienen la caña dulce y la remolacha, fundamentalmente (es un disacárido, o sea que está compuesto por dos moléculas, una de glucosa y otra de fructosa). El pensar de esa manera los hace caer en la trampa: “este caramelo es dietético porque no está hecho con azúcar (es free)”, en realidad la matriz del producto es otro glúcido, la maltodextrina, que es un compuesto formado por cinco a diez moléculas de glucosa, que se extrae del almidón, y que como glucosa pasa a la sangre inmediatamente.


ALIMENTOS Y BEBIDAS DEL TIPO DOS
No pueden incluirse en este rubro a ninguno del reino animal: ellos son del TIPO UNO o del TIPO TRES, exceptuando a la crema de leche.
La crema tiene muy poca cantidad de lactosa (literalmente, restos), por lo que si se consume hasta doscientos gramos diarios, su adelgazamiento no encontrará ninguna dificultad (reemplaza perfectamente a la leche en las infusiones, y se puede elaborar con ella Crema Chantilly y salsas de variados tipos). Si alguna vez sobrepasa esa medida no habrá problemas.

       Los del reino vegetal incluyen al arroz pulido (que debe ser bien lavado, remojado un rato y vuelto a lavar antes de cocinar. Esto es para quitarle una gran porción del almidón que lo compone, tal como hacen los orientales -de ellos lo aprendí-). El arroz integral y los Vaporizados o Parbolizado (esos que por más que se los hierva "no se pasan”), no pueden ser despojados de sus excesos de almidones por más que se los lave o remoje, por lo que aconsejo no utilizar. Al fin, los amantes del arroz –como es mi caso–, solo amamos al milenario arroz pulido. (Advertencia: luego de lavado, remojado y vuelto a lavar, cocina muy rápidamente –siete u ocho minutos son suficientes–.) Trate de no consumirlo más de una o dos veces por semana, adicionándole los condimentos que se le ocurran, o combinándolo con lo que quiera.
A este grupo pertenecen también las frutas y los tomates.
Con respecto a las frutas no aconsejo consumir más de un cuarto kilo por día. Esa recomendación no pretende que se las pese cada vez, es bastante más simple: medio kilogramo debe alcanzar para dos días.
Todas las frutas están permitidas, salvo las naranjas, mandarinas, pomelos, uvas y bananas. Ellas contienen una gran proporción de azúcares, o almidones, por unidad, aunque, otra vez, si se las consume muy de vez en cuando no han de entorpecer sus logros. Con respecto a la sandía melón y ananá, la cantidad diaria aconsejable puede llegar al medio kilo (es que tienen mucha agua en su composición).
Las deshidratadas deben prehidratarse antes de pesarlas. Una vez que sepa qué cantidad de ciruelas, duraznos, peras, etc.  secas entran en un cuarto kilo luego de remojarlas algunas horas, puede comer la misma cantidad tal como las adquiera (quiero decir, sin necesidad de hidratarlas).
Existen en el mercado frutas envasadas inmersas en almíbar en cuyas etiquetas se destaca “Bajas calorías”. Las hemos probado a todas, y no nos han resultado, por lo que aconsejo no adoptarlas.
Los tomates también pueden consumirse, respetando la porción de doscientos cincuenta gramos diarios como máximo. Pueden usarse frescos o envasados (estos últimos son los utilizados para elaborar salsas, por ejemplo). A los “frescos” puede darle el uso que desee. Si quiere rellenarlos, aparte del atún, puede utilizar picadillo de carne, paté de foie, jamón del diablo o corned beeff. Estos últimos vienen adicionados con bastante cantidad de almidones, pero como las porciones de cada uno suelen ser muy escasas, no creo conveniente ponerle límites.
Es lícito un cuarto kilo de frutas y un cuarto de tomates el mismo día
El maíz, en forma de choclos, pisado, o molido, tiene una gran proporción de almidones, por lo que debe ser consumido muy eventualmente.
El pan rallado, si se utiliza modestamente y solo para rebozar, no debe ser obviado, pero no cotidianamente (quiero decir solo dos o tres veces en la semana).


ALIMENTOS Y BEBIDAS DEL TIPO TRES
Estos son las harinas de cualquier cereal, el azúcar (sacarosa), los dulces y la miel. Loas se han cantado a la miel, pero casi todo lo que se dice de ella es falso, y lo que es cierto es intrascendente: ¡Da energías!, sí pero no más que una porción equivalente de azúcares o harinas; ¡Tiene vitaminas!, es cierto pero no más de una porción equivalente de frutas... O de aceitunas, por ejemplo; ¡Aporta minerales!, también es verdad, pero todos los productos naturales los aportan; es muy sabrosa, es cierto; ¡Es mágica!, son mentiras, “eso es pensamiento mágico”: no es más que jarabe de glucosa, y como es “glucosa” en lo que se transforman todos los hidratos de carbono que consumimos, la miel, que directamente lo es, ni siquiera necesita del tiempo y el gasto químico necesarios para la transformación. Pasa a la sangre aun más velozmente que el azúcar.

Algunos vegetales como las papas, batatas, zapallo, calabaza, remolacha y mandioca contienen tanta proporción de hidratos de carbono, que deben ser consumidos muy espaciadamente.

La leche y los yogures también son alimentos de este tipo.
También se elogia a la leche por sus supuestas virtudes, pero ésta es otra exageración producto del mercado de consumo. No tiene mas calcio que el huevo, y mucho menos que los quesos, ni más vitamina que los vegetales, pero tiene una cantidad de azúcar, llamada lactosa, que hace que si se consume en cantidades suficientes nos engorde o nos impida adelgazar; y, por el mismo motivo, que nuestros intestinos se llenen de gases en forma de espuma compacta o nos produzca diarrea. Somos mamíferos, aparentemente la leche ha de ser uno de nuestros alimentos básicos, pero eso solo sucede en los bebés, que elaboran en su intestino una enorme cantidad de una enzima denominada “lactasa” que tiene como función transformar la lactosa en glucosa. A medida que vamos creciendo la cantidad de lactasa que elaboramos va disminuyendo, por lo que la digestión de la lactosa cada vez se hace más difícil, y al no ser absorbida en nuestro intestino delgado, en su totalidad, llega al grueso y allí se produce esa fermentación tan molesta. No es para nada normal que un mamífero adulto tome leche, al fin el ser humano es el único que lo hace, y recuerde: es el único mamífero de la creación que se “la roba” a otros. El que la tomemos cotidianamente es un acontecimiento simplemente usual, y no es para nada de sentido común, ni mucho menos científico, “normalizar” lo que tan solo es usual.
Muchos médicos, especialmente los ginecólogos, recomiendan a sus pacientes que rondan la menopausia consumir leche en abundancia con el objeto de evitar, o retardar, la aparición de la tan temida osteoporosis. Realmente, como hablamos más arriba, no estoy de acuerdo con esa recomendación. Primero, porque según hemos visto sus efectos indeseables son más importantes que sus supuestas “virtudes terapéuticas”; segundo, porque existen muchos otros productos no tan ofensivos que tienen una mayor cantidad de calcio en su composición. Es más: menos el agua y la sal, prácticamente todo lo que ingerimos contiene calcio. Al fin del día, una persona que se alimenta bien (o medianamente bien), aunque no pruebe ni gota de leche o yogur, ha consumido tanto calcio que su organismo no lo puede absorber en su totalidad; tercero, y finalmente, porque la osteoporosis no es consecuencia de la poca ingesta de calcio, tan solo una de cada cuatro o cinco mujeres (hay diferencias en las estadísticas) desarrollan esa patología, y la destinada a padecerla no puede remediarlo, simplemente, consumiendo cantidades extra de ese mineral. El metabolismo óseo es extremadamente complejo, pero, gracias a Dios, los farmacólogos han ideado compuestos que resuelven el problema de la osteoporosis (su médico le explicará todo sobre el tema).

PARADOJA: la leche descremada, esa que todos los que se consideran gordos o tienen temor a engordar consumen con el objeto de “ahorrar calorías”, es la que más engorda. Un litro de leche entera no tiene más que cincuenta gramos de lactosa, uno de descremada: ochenta.

Con respecto a los yogures, digamos que no son más que “leche espesa”, son muy ricos (a mi, personalmente, me encantan. Le hacen mucho daño a mis intestinos, motivo por el cual jamás los consumo, pero me encantan), mas no tienen ningún nutriente extra, y sí casi la misma cantidad de lactosa que la leche que les dio origen –y los descremados, como ella, mucha más–. Atención: las leches "deslactosadas" lo son parcialmente (aunque ahora las hay 100 % sin lactosa), pero no es que se les ha quitado un carbohidrato, simplemente lo han transformado en otro (lactosa, en dos moléculas de glucosa).

Existen embutidos que son exquisitos, por lo menos para mi gusto y el de mis pacientes, como la mortadela, el salchichón, las salchichas de Viena y similares, el salame de Milán y las morcillas. Debe saber que contienen almidones (algunos más del 50 %), por lo que han de consumirse muy de vez en cuando. Digamos: cuando el evento sea imposible de sortear... Usted me entiende, ¿Verdad?

Obviamente, ya lo comentamos, aquí están incluidas las bebidas alcohólicas fermentadas (vino, champagne, sidra y cerveza). Pero, como se dijo al referirnos a las bebidas destiladas, el límite en las cantidades lo pondrá su consciencia.


LO QUE LEERÁ AHORA ESTÁ EN TIEMPO PRESENTE, TAL COMO CUANDO ESCRIBÍ AQUEL EL SECRETO DE LA OBESIDAD. PENSÉ EN CORREGIRLO Y PASARLO A TIEMPO PRETÉRITO, PERO USTED LO ESTÁ LEYENDO AHORA, POR LO QUE AL SENTIR QUE DEBO RESPETAR SU ACTUALIDAD, QUEDARÁ EN TIEMPO PRESENTE, COMO EN AQUEL ORIGINAL (podría, digamos, ser una especie de homenaje a aquellas hermosas épocas).

A partir de ahora, o del momento en que lo decida, siga lo más fielmente posible las simples indicaciones que detallo a continuación:

*Coma y beba lo que quiera.
*Cocinado como quiera.
*En las cantidades que considere necesarias para saciarse (las únicas dos cosas que prohíbo absolutamente a mis pacientes son: soportar el hambre –salvo que se la sienta en algún momento en donde no se la pueda saciar- y sentir culpas si, por cualquier motivo, se han consumido alimentos o bebidas fuera del plan).
*Con las frecuencias que desee o pueda.
*Menos ningún alimento ni bebida de TIPO TRES.
*Tan solo las cantidades máximas aconsejadas de alimentos
y bebidas del TIPO DOS.
*Haga esto cotidianamente.
*Eventualmente consuma cualquiera de los alimentos y
bebidas del TIPO TRES (pero tan solo EVENTUALMENTE).

Así de simple, así de fácil. Claro: así de simple y fácil si se tiene la paciencia suficiente como para esperar los resultados en el momento en que ellos ocurran (según su fisiología lo decida, quiero decir), no cuando usted lo desee.


ACLARACIONES IMPRESCINDIBLES

Coma y beba lo que quiera: significa que puede comer y beber cualquiera de los elementos del TIPO UNO. Como ellos prácticamente no aportan carbohidratos asimilables a su economía, no existe ninguna necesidad de excluir ninguno, salvo que no sean de su agrado o que le provoquen algún malestar (alergia o intolerancia digestiva, por ejemplo).
Con respecto a las bebidas alcohólicas que integran el TIPO UNO, por supuesto el límite lo ha de poner su conciencia.

Cocinado como quiera: quiere decir que como no hay ningún modo de cocción que agregue carbohidratos a sus alimentos, es lo mismo comerlos crudos que hervidos, asados o fritos. Por eso puede gozar de cualquier forma de cocinar de acuerdo a sus costumbres o a sus preferencias. (Atención: me refiero estrictamente al “modo de cocinar”, no al de preparar las cocciones. Creo que no hacía falta aclararlo. Pero, por las dudas...)

En las cantidades que considere necesarias para sentirse saciado: desde siempre sabemos que nada multiplicado por cualquier número da nada. Si los alimentos que se consumen prácticamente no contienen carbohidratos, o los contienen pero ellos son inabsorbibles, no importa por cuanto multipliquemos la ración diaria. Naturalmente, me refiero a los del TIPO UNO.
A los del TIPO DOS sí hay que ponerle límites, ya que como contienen algo más de hidratos de carbono asimilables, si se comieran en grandes cantidades o con mucha frecuencia, se sobrepasarían las cantidades cotidianas necesarias por lo que nuestro organismo comenzaría a ahorrarlas en forma de grasas. (Este error se comete corrientemente con las frutas. Mucha gente consume más de un cuarto kilo diario, es por eso que las cosas les van mal).

Con la frecuencia que desee o pueda: uno escucha por allí, especialmente de boca de los coordinadores de los grupos de auto-ayuda, el consejo de “comer algo cada dos horas”.
Esta es otra de las recomendaciones que aparte de inútiles crean en sus seguidores (generalmente en la mayoría de ellos) la idea de su imposibilidad de ser cumplidas, por lo que deciden abandonar el intento. No son muchas las personas tan dueñas de su tiempo que puedan “parar” con no importa qué cosa estén haciendo para comer una salchicha de Viena, un huevo de codorniz hervido o una "suculenta zanahoria" (de las no muy grandes), cada ciento veinte minutos (vuelvo a pedir perdón por las ironías).

Menos ningún alimento o bebida del tipo tres: los que tienen una gran cantidad de carbohidratos por unidad de medida, salvo que lo haga eventualmente, como hemos visto, y ya mismo será mejor aclarado.

Cuando concurre a mi consulta un paciente gordo con el objeto de adelgazar, le entrego una cartilla en donde figura el listado de todo lo que podrá consumir.
Siempre le recomiendo comenzar con alimentos del TIPO UNO durante una o dos semanas. Esa indicación tiene por objeto que vea resultados en breve plazo, cosa que lo alentara a seguir concurriendo y me permitirá adentrarme en sus conflictos para tratar de imaginar, entre ambos, una estrategia para resolverlos.
Luego le aconsejo incluir poco a poco los del TIPO DOS, durante el lapso de tres o cuatro semanas. Después de ese tiempo convenimos en que se tomará un “día libre” cada siete días. Generalmente, esas veinticuatro horas de libertad transcurren entre las 18:00 del sábado y las 18:00 del domingo, pero esos horarios no son tan estrictos. Digamos, para ser más prácticos, entre la merienda del sábado y la del domingo (podrá así aprovechar la merienda del sábado, la salida o la fiesta de esa noche, el desayuno, el almuerzo y la merienda del domingo. Lo que no es poca cosa para una persona que está en “plan de adelgazamiento”). Allí tiene permitido el consumo de cualquier alimento y bebida del TIPO TRES.
El fin secreto de ese día libre es que APRENDA A PARAR de consumir elementos engordantes. Después de siete u ocho días libres descubrirá, invariablemente, que no es para nada difícil volver al modo de comer cotidiano que habíamos convenido, por lo que si alguna vez tiene un compromiso imposible de, o que no quiere, evitar (o un antojo) en mitad de la semana, en lo que se consuma no sea lo pactado, no sentirá culpas por “infligir las reglas”, ya que ha aprendido, se ha entrenado, a detenerse y volver a consumir lo que le permita seguir adelgazando (o de no volver a engordar si ya ha conseguido lo que quería o lo que ha podido desengordar).

Cuando sale de vacaciones mi indicación es que durante el tiempo que duren consuma lo que le plazca (finalmente nadie está gordo por lo que ha comido o bebido en las vacaciones pasadas, sino por lo que consumió antes de ellas, y desde ellas hasta el momento en que decide consultarme). El consejo que le doy en esos casos es que deje en su lugar de descanso lo que en él coma o beba. Me refiero a que en ese tiempo, el más lindo del año, desarrolle actividades tales que hagan que los carbohidratos que consuma sean metabolizados en el mismo sitio en que los consuma (siempre les digo: –“Lo que coma y beba allí déjelo allí”). Que camine mucho si va a la montaña, por ejemplo, o que nade la mayor parte del tiempo que pueda si va al mar. El agua de mar siempre está entre 15 y 20 grados más fría que el cuerpo. La temperatura interior es la constante más celosamente cuidada por nuestro organismo. Los 37ºC interiores siempre deben ser 37º (algunas, muy pocas, décimas más o menos). Cuando uno se sumerge en aguas que están, digamos, a 18ºC, tiene que mantener, cueste lo que cueste, su temperatura interior a 37º, lo que significa un formidable gasto energético (ese es el motivo por el que uno se siente tan agotado y hambriento luego de un día de playa o de pileta).
No importa, entonces, que tan mal coma en esos períodos, los excesos de hidratos de carbono los dejará allí.

A los deportistas que compiten siempre les recomiendo, aún desde la primera semana, consumir almidones (harinas) antes de la competencia. Ejemplo: almorzar una buena porción de pastas si en la tarde han de participar en alguna partida (ajedrecistas, abstenerse). Al fin, lo que han almorzado lo han de dejar en la cancha. En esos casos conviene más comer carbohidratos de lenta absorción (por eso el consejo de consumir almidones) que los de rápida asimilación, como lo son los azúcares simples (miel, azúcar de caña, dulces, glucosa) ya que la absorción de estos se hace tan rápidamente que en las mitad de la contienda han de quedarse sin energías.

Cuando por cualquier motivo vaya a cometer transgresiones le recomiendo “cometerlas en grande”. Esto tiene una explicación: la capacidad de absorción de hidratos de carbono de nuestro intestino delgado no es “infinita”, tal como no lo es para las grasas y proteínas (solo es ilimitada para el agua y el alcohol, y, obviamente, para todas las bebidas que los contengan). Sobrepasada una cierta cantidad de glúcidos, nuestros intestinos se saturan y ya no pueden absorber más. Digamos, siguiendo con los ejemplos, que poco más de una porción de pizza es suficiente para saturar la capacidad de absorción intestinal, por lo que si en alguna oportunidad se ve en la “terrible situación” de tener que consumirla, no coma una sola porción, ¡Coma las suficientes para saciarse con ellas!, de tal manera que por muchos días sienta repugnancia al tan solo escuchar la palabra pizza. Después de todo, lo que supere a una porción irá a parar al inodoro (con perdón por la poca elegancia de la aclaración).
Lo que tiene que desterrar de sus costumbres es el “probar”. Todos creen que el probar algo es intrascendente, pero en realidad ocurre todo lo contrario. —Un poquito de esto no ha de engordarme— piensan todos (cosa que es rigurosamente cierta). El problema es que al rato volverán a razonar —Un poquito de esto otro tampoco conspirará con mi gordura— Allí está el problema: si uno suma un poco de esto más un poquitín de aquello, más un trocito de lo otro, al fin del día habrá consumido una cantidad de azúcares o almidones que harán que su proceso de adelgazamiento se detenga. Es por eso que siempre les recomiendo a mis pacientes: —“pequeñas transgresiones ¡Jamás! Grandes transgresiones, si no las realiza frecuentemente, no han de influir demasiado en sus logros".

Si ha conseguido ya su delgadez o está conforme con el cuerpo que ha logrado (cosa que es casi imposible: nadie está conforme con el cuerpo que consiga... Ni con la fortuna que obtenga), puede incluir en su dieta cotidiana no más de un cuarto litro de leche entera o una porción de yogur (que en lo posible no esté adicionado con carbohidratos endulzantes) por día. También puede consumir, eventualmente, algún fiambre que contenga féculas, como la mortadela, las salchichas de Viena, etc.
Con respecto a los quesos cremosos como la mozzarella o el Port Salut (que no quiere decir ‘por la salud’, que no significa 'saludable'. En realidad, y muy astutamente, los publicistas le pusieron, seguramente a pedido de algún industrial lácteo, el “saludable parónimo” del nombre que le daban los monjes trapenses de la Bretaña francesa, en el siglo XIX, que habitaban el monasterio Port du Salut -puerto de salvación-. Ellos, para subsistir, desarrollaron un tipo muy especial de queso -costumbre muy francesa- al que, en honor a su monasterio, bautizaron de esa manera, Port Salut: puerto salvación), no ha de ocurrir nada malo si alguna vez los consume, pero sin abusar (aunque alguna gran empresa láctea le haya sacado la letra T a PORT y, quizá dentro de algún tiempo cambie la T por la D en SALUT, no quiere decir que lo ha transformado en saludable).


Segunda parte:

 
Modo de adelgazar a partir de la flacura


No es muy común, pero ocurre con cierta frecuencia, que me consulten personas delgadas magras, con el objeto de “engordar”, según me lo plantean.
Siempre les explico que en realidad no deben engordar sino adelgazar.
Menuda confusión cunde en ellos cuando escuchan esas palabras, pero se tranquilizan bastante cuando les explico que adelgazar significa, simplemente, transformarse en delgados.
Cuando un gordo se transforma en delgado uno dice “adelgazó”, y todo el mundo está de acuerdo con la expresión. Pues cuando una persona flaca se transforma en delgada, aunque al principio se le dificulte asimilarlo, acabará por convenir que “ha adelgazado”.

Los delgados magros lucen un cuerpo tan antiestético como el más gordo de los gordos. Pero peor, lo hemos considerado oportunamente, un gordo pudiera transformarse en delgado ni bien se lo permitiera, mas un delgado magro no podrá hacer nada para mejorar su apariencia.
En general creen que el conseguir “engordar” solucionará su problema. Para eso actúan, creyéndolo lógico, haciendo lo contrario de lo que hacen los gordos que pretenden su delgadez: comen cuanto carbohidrato encuentran (en realidad, se atosigan con ellos).
Lo que no advierten es que han nacido, por esas raras circunstancias de la genética, con una incapacidad de acumular grasas de reserva, luego, si consumen una gran cantidad de glúcidos lo han de hacer a expensas de una muy fuerte disminución del aporte proteico, por lo que las proteínas que no consumen, y que son vitales para la renovación casi trimestral de su organismo, han de sacarlas de sus generalmente escasos músculos, los que cada vez serán menos voluminosos, cosa que contribuirá a que su imagen sea cada día peor (el razonamiento es horrible: ‘es como si se estuvieran comiendo a sí mismos’).
Como ya hemos comentado, los médicos a quienes consultan les indican lo que ellos esperan: – ¡Coma muchas cosas que engorden!– por lo que al ver tan contrarios resultados se sienten cada vez más confundidos.

Cuando uno de ellos me consulta, le explico lo mismo que usted ha leído hasta ahora. Por lo que deberá, él también, consumir lo mismo que alguien que quiere adelgazar desde la gordura, pero esta vez las recomendaciones son más drásticas.
Generalmente ese tipo de pacientes son muy inapetentes. Y lo son por dos motivos:
Primero, porque su naturaleza es así.
Segundo, porque, invariablemente, su estómago está siempre lleno de carbohidratos.

Lo primero que tiene uno que hacer es convencerlo de la diferencia entre comer y alimentarse. Lo segundo es tratar de que entienda que si sigue con esa postura de comer cuanta cosa “engordante” encuentre, su silueta no tiene más camino que empeorar con el tiempo. Lo tercero es que sigan, ellos más que los gordos, al pié de la letra las indicaciones.
Y esta vez las indicaciones son un tanto más crueles.
Siempre le recomiendo que no consuma ningún alimento sólido (ni beba nada con azúcares) fuera del almuerzo y la cena.
Debe desayunar con tan solo una o dos tazas de cualquier infusión edulcorada artificialmente.
Desde ese momento y hasta el mediodía no debe consumir nada que mitigue el hambre que pueda llegar a sentir a media mañana. Eso logrará que al sentarse a consumir su almuerzo sienta tanta hambre que se verá obligado a incorporar una muy buena cantidad de nutrientes (generalmente le recomiendo muchos alimentos y bebidas del TIPO UNO, y tan solo algunos del TIPO DOS). A media tarde, igual que en el desayuno, una anodina infusión para “engañar al estómago” hasta la hora de la cena. Y en la cena ha de actuar igual que en el almuerzo. Por supuesto, ellos también tienen su “día libre”.

También les aconsejo que realicen ejercicios vigorosos. Eso hará que sus músculos aumenten de volumen y su aspecto mejore. El concurrir a un gimnasio es una excelente indicación, haciendo la salvedad que ningún adolescente debe realizar ejercicios que requieran mucho esfuerzo, como el levantamiento de pesas, por ejemplo (los cartílagos de crecimiento de los huesos largos aún no se han osificado y pueden dañarse con sobreesfuerzos). Pero no debe preocuparse: si el instituto al que concurre es serio, el profesor de gimnasia está entrenado como para aconsejarle con exactitud qué cosas debe hacer según su edad, sexo y circunstancias. Ellos son profesionales, téngales confianza y deje que también esta vez “ellos sean el capitán”.

ATENCIÓN: el proceso de adelgazamiento a partir de la flacura es muchísimo más lento que el que parte desde la gordura. Ha de tener usted una paciencia mucho mayor que las que deben ostentar los gordos que quieren adelgazar.


Tercera parte:
Cómo medir los logros obtenidos


El escribir este trabajo me ha deparado mucho placer. En realidad me encanta escribir, y el tema, ha de haberlo notado, me apasiona.
Pero también me ha dado dolores de cabeza. Las hipótesis sexta, undécima y duodécima me aterraron desde que comencé a bosquejarlas y hasta que las vi impresas en el monitor de la computadora ya terminadas y a mi más entero gusto.
También sabía, desde el principio, que había otro tema muy espinoso, el que hablara sobre cómo medir los logros que  obtenga si hace lo correcto con respecto a la alimentación y al modo de enfrentarse a su conflicto. Éste es el tema, y éste es el momento de escribirlo.

En mi penúltimo libro, comentaba, a modo de broma, que cuando en los principios de nuestra Patria se quemaron en la Plaza de Mayo los elementos de tortura, se les olvidaron dos: las tablas de peso según el sexo y la altura... Y las balanzas.
A las dichosas tablas ni siquiera las tendré en cuenta, usted ya sabe el porqué. Pero no tengo más remedio que referirme a las balanzas que, realmente, son formidables artefactos de tortura (o de autoflagelación, según se las vea). Y lo son por lo que hacen sufrir a quienes las utilizan, pero peor por el gratuito sufrimiento que les provocan.
Todo el mundo “controla” su gordura, su delgadez o su flacura recurriendo a ellas, cosa que a mi siempre me ha parecido la más errónea de las actitudes. Trataré de convencerlo.

  ¿Qué importa cuánto pese una mujer que tiene 130 cm de busto, 150 de cintura y 145 de cadera, con 1,58 m de altura?
 ¿Qué importa cuánto pesa una jovencita de diecinueve años y 1,78 m de altura, que luzca las medidas 90-70-90? ¿A quién en su sano juicio puede importarle su peso? (Exceptuándola a ella misma, claro.)

“Adelgazar quiere decir AFINAR, no ALIVIANAR. No importa cuánto peso pierda una persona, sino qué tan delgada se la vea”.

La gordura y la flacura son problemas estéticos. El adelgazamiento es un mejoramiento de la estética, y no existe ni existirá, jamás, ninguna balanza que pueda decir si su estética está mejor o peor.
En el último de los casos es la cinta métrica de costura la que juzgará sus logros (o sus fracasos). Si su cadera era de 120 cm y ahora mide 95, es que está delgada (o menos gorda), sin importar cuánto peso haya perdido en la empresa.
En mi último trabajo les narraba una parábola que inventé hace muchos años, y que es muy didáctica a mí modo de ver:
Una noche un niño le comenta a su madre que no tiene ganas de cenar, que se siente mal y que se irá a acostar. Mamá advierte que sus ojos están demasiado brillantes y que su actitud es inusual, por lo que pone la palma de su mano en la frente del hijo. Tal como lo presentía la siente muy caliente, por lo que decide colocarle el termómetro en la axila. A los pocos minutos advierte que el mercurio marca 39ºC. Le da una dosis de antitérmico, y lo mete bien arropado en su camita.
A la hora escucha que su niño pide comida, salir del lecho y bajar a ver televisión.
Vuelve a poner su mano en la frente, la nota más fresca, y otra vez el termómetro que ahora marca 36,7ºC. Esa actitud es la que tomamos todos ante casos semejantes: primero mano en la frente, luego termómetro en la axila.
Fin de la parábola.

La balanza es la mano en la frente. La cinta métrica el termómetro.

—¡Bajé tres kilos!— Correcto, pero ¿Cuánto ha adelgazado?

Siempre, y muy malintencionadamente, les pregunto a mis pacientes “balanzaadictos”:
—Si se realizara una réplica exacta, pero en madera de pino, de La Venus de Milo, ¿Cuál sería más gorda, el original de mármol o la réplica de madera?— Todos contestan lo mismo, “La original, porque el mármol es más pesado”.
No importa cuánto tiempo demore en explicarles que si la réplica es exacta ambas serán igual de delgadas. Tienen tan internalizado que engordar es aumentar de peso que siguen defendiendo, porfiadamente, la mayor gordura de la Venus de piedra (aunque simulen haber comprendido mis razones y estar de acuerdo con ellas).
Es probable que sienta usted algo de compasión por gente tan tozuda, pero quisiera verlo en mi consultorio ante la misma cuestión.

Es muy fácil “alivianar” a la gente, démosles diuréticos y laxantes, tal como hacen los pseudohomeópatas, y al perder una buena cantidad de agua pesarán menos.
Póngase a correr alrededor de la plaza con ropa muy abrigada y, mejor, impermeable, y verá como al volver de la desatinada carrera pesa menos que al partir hacia ella.

En ambos casos no pesa menos “porque está más delgado”, sino porque está un tanto deshidratado.
Un litro de agua pesa prácticamente un kilogramo, y si mediante el método que sea pierde un par de litros ha de pesar dos kilos menos. Pero tan solo estará más liviano por un breve rato, ya que la sed hará que recupere el líquido perdido rápidamente.

Si es usted mujer y está próxima a menstruar, notará que pesa entre uno y tres kilos más que la semana anterior (es lo usual), pero eso no significa que está más gorda sino que su organismo está reteniendo agua con el objeto de diluir su sangre para no perder tantos glóbulos rojos en los días que dure su menstruación.

Naturalmente todos pesamos más en invierno que en verano, porque las ropas de los tiempos fríos son mucho más pesadas que las de los tiempos estivales.

Se pesa más, también, en los días en que la presión atmosférica es muy baja (ese fenómeno hace que retengamos líquidos) que en los tiempos de presiones muy altas (por el efecto contrario).

Es lógico que todos pesemos más a la noche que a la mañana y en ayunas. Una buena parte de lo que comemos y bebemos en el día aún queda en nuestro organismo al momento de irnos a dormir, y lógicamente eso también pesa.

Por todo, y aunque le cueste un gran sacrificio, prométase no volver a subir a una balanza nunca jamás.
Lo más lógico, correcto y preciso es que se mida. El día en que decida comenzar a cuidarse en su alimentación anote en una hoja de papel, debajo de la fecha, el contorno de busto, cintura, cadera y muslo (siempre el de un mismo lado, ya que entre los dos suelen haber diferencias de hasta dos o tres centímetros, el más grueso es el del lado diestro -pues utilice ése como referencia-). También, si lo desea, puede controlar el perímetro de su abdomen, a la altura del ombligo, o el de otra parte de su cuerpo que decida (el cuello, por ejemplo).
Luego, con no mucha frecuencia, vuelva a medirse una mañana al levantarse (haga esto siempre sin ropas y utilizando la misma cinta métrica de costura que usó la primera vez), y anótelas debajo de la nueva fecha, al lado de los números de la primera medición.

El “cada cuánto” realizar los controles es un gran dilema. Todos quieren volver a medirse al tercer o cuarto día de comenzar a cuidarse. Es una actitud comprensible... pero descorazonadora. Siempre digo que el adelgazamiento es como los árboles: si uno los mira muy seguido parece que nunca crecieran.
La frecuencia ideal es una vez al mes. Ese lapso tan aparentemente largo tiene ventajas. Una es que en un mes habrá suficiente diferencia como para notarla muy fácil y felizmente.
Otra es que, lentamente, irá dejando de obsesionarse por “ver los resultados”. Si estamos muy pendientes de algo los logros aparentan ser muy lentos. Si dejamos de pensar en ello parece que ocurrieran con gran velocidad.

A medida que transcurren los meses vaya alargando el período entre medidas: al principio cada treinta días, más adelante cada cuarenta... Después cada cincuenta, etc.

ATENCIÓN: JAMÁS SE MIDA NI BIEN REGRESE DE LAS VACACIONES O DESPUÉS DE UN DÍA LIBRE. Al comer carbohidratos se retiene agua, por lo que sus medidas aumentarán en esos momentos. El día que decida tomar sus medidas para controlar sus logros, hágalo no menos de cinco días después de terminadas sus vacaciones o en la mañana en que comience su día de libertad semanal.

Cuando descubra que sus medidas dejan de modificarse durante un tiempo prudencial (digamos cinco o seis meses) y está usted seguro de alimentarse correctamente, es muy probable que haya llegado a su delgadez. Me refiero a la que le corresponde según su sexo, edad, actividad física, herencia y circunstancias. Haga el esfuerzo de consumir alimentos y bebidas del tipo uno, estrictamente, durante dos semanas, y luego constate sus medidas. Si no se han modificado, puedo asegurarle que ha llegado al fin del camino. El conflicto será, ahora, tratar de conservar lo que ha conseguido. 

Si las medidas han disminuido es que no estaba haciendo bien las cosas; trate de emprolijar su alimentación.

Recuerde aquello de menos medidas de las que le corresponden no lo sueñe. Más, no se lo permita.
Si a pesar de todo no está conforme con lo logrado (son muy escasos los que se muestran conformes), aún queda la chance de modificar uno de los cinco ítems que definen su delgadez: incrementar su actividad física, pero de eso hablaremos en el próximo capítulo.

Y si después de haber leído todo, desde el prólogo hasta aquí, decide que la balanza ha de ser el modo elegido para controlarse, lo lamento muchísimo. Aunque debo reconocer que la mano en la frente sigue siendo un método empírico, pero bastante efectivo para saber si nuestro hijo está afiebrado. 

6 comentarios:

  1. Estimado dr. Cesáreo, seguramente ex-vecino de mi amado Lio Messi. No sé como empezar. Acabo de leer por segunda vez su blog porque la primera vez me parecio que no era real, y lo leeré 10 veces mas, o 100. Desde el primer momento sentí algo que nunca habia sentido, que le había escrito para mi, me ha hecho llorar a mares. He sido la niña, la adolescente y soy la adulta tal cual usted lo ha descripto, nos han estafado a mis padres y a mí más de las veces que usted piensa con todas las trampas que usted describe y leí varios libros pensando en que cada uno estaba mi soñada delgadez, tan solo me salvé de una, la cirugía, pero no por pícara sino por no reunir la fortuna que me pedían. ¡de qué me salvé!. Nunca creí que un médico podría ser tan sincero y ofrecer su ciencia así gratuitamente, otros lo hubieren escrito como libro y hubieran llenado sus alforjas con todos los Euros que hay.

    Ahora se quién soy, y se lo que debo hacer, y como le dijo el paciente gordo al médico de la parábola del Abracadabra ¡se lo voy a recomendar a todos mis amigos pidiendoles que ellos lo hagan con los suyos! Porque TODOS LOS GORDOS DEL MUNDO DEBEN LEERLE, aunque los médicos que viven y han vivido de nosotros le van a odiar algo más que un poquitín, jajaja.

    Gracias mi querido dr. Mil gracias, desde hoy tiene una amiga más, porque si yo viviera en su ciudad no sería su paciente, sería su amiga.

    Trini de Barcelona, España.

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    1. Estimada Trini. Gracias por comunicarse.
      Antes que nada le cuento que a pesar del orgullo que sentimos los rosarinos porque Messi es uno de nosotros, no fuimos vecinos. Rosario es 60% más extensa que Barcelona, y Lio vivía en el sur y yo vivo en el norte de la ciudad (poco menos de una hora en automovil).
      Gracias por sus bellas palabras. Realmente siento que mi trabajo le ha llegado al alma. Lamento mucho su historia (que imagino). Es por eso que he publicado el libro en forma de blog para que esté al alcance de todos. Yo también quiero que todo el mundo lea. Sería una excelente manera de pensar que casi cuarenta años de trabajo no han sido en vano.
      Le pido que me escriba a mi correo de mail cesareo_rodriguez@hotmail.com Me gustaría saber más sobre su historia, creo que es una buena forma de poder ayudarla (y de que nos hagamos amigos).
      Le dejo un cordial saludo.

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  2. Estimado Dr Cesáreo
    Lo leí cuando era una adolescente regordeta intentando de todo para ajustarme al ideal de las modelos de la revista gente de esa época. No podía creer cuando siendo una adolescente acostumbrada a la dieta scardale, la de los bocaditos del Sanatorio Diquesito, y otras tantas pude bajar casi 7 kilos comiendo. Su libro quedó en la casa de mi mamá y hoy 30 años después ya casi entrando en la menopausia y tratando de bajar unos 5 kilos producto de la "buena vida" me reúno con su blog que ha traído mi adolescencia de vuelta.
    Gracias por sus palabras y su guía.
    No pierda nunca esa humildad de los grandes.

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    1. Hola, Raquel.
      Gracias por comunicarse.
      Me emociona su recuerdo de adolescente. Debe usted conocer a muchas chicas que están atravesando el conflicto, tal como el suyo en aquellos tiempos. Recomiéndeles que lean el blog.
      Mil gracias y quedo a sus órdenes.
      Un cariñoso saludo.

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  3. Buenas Dr ! Como esta? Espero se encuentre bien. Tengo 2 preguntas para hacerle. La primera, se puede consumir avena? Y la segunda, ahora salieron al mercado leche 0% lactosa. Se las puede consumir ?

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  4. Hola, Gabriela.
    Gracias por comunicarse.
    La avena es un cereal y sus almidones son carbohidratos concentrados, déjela para los días libres.
    La leche 0 lactosa no es leche sin hidratos, simplemente le cambiaron la lactosa por glucosa para aquellas personas QUE TIENEN INTOLERANCIA A LA LACTOSA.

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SI SU PREGUNTA TIENE ELEMENTOS QUE NO QUIERE HACER PÚBLICOS EN EL BLOG, SI NECESITA DE MÁS INTIMIDAD (PERO, POR FAVOR, SOLO Y ÚNICAMENTE EN ESOS CASOS) ESCRÍBAME A cesareo_rodriguez@hotmail.com CON GUSTO ENTABLAREMOS UNA NUEVA AMISTAD.

¡ATENCIÓN!

 Hola, amigos. Les informo que a partir del lunes 12 de octubre de 2020 todo lo que se puede leer en este blog se está reproduciendo en mi ...